Diez en camisetas de las personas, 5 en volantes de la calle, 2 en murales y 85 en carteles publicitarios fue el número de las imágenes que conté en apenas 10 minutos cuando salí a comprar mi desayuno. Se podría decir que debo estar muy aburrido como para contar imágenes en la calle, pero no si el objetivo es hablar de comunicación visual y activismo social; claro, en mi caso, más que hablar es escribir una nota.
No se necesita tener muchos argumentos para demostrar que estamos afectados por miles de imágenes y que se han vuelto parte de nuestro paisaje urbano, ni hablar de si prendemos la televisión y o si nos subimos a la triple www y navegamos un poco en Internet: salen como roedores por las esquinas de la pantalla, ¡hasta en los inicios de los vídeos de youtube salen las benditas propagandas!
Más que argumentos necesitamos un poco de atención para notarlas, ya que son tan frecuentes que podríamos decir que es normal y que solo es cuestión de esquivar carteles y cerrar ventanas, pero lo cierto es que estos mensajes publicitarios determinan nuestra vida: lo que comemos, lo que vestimos y lo que pensamos de nosotros mismos y de los demás. Los comerciales ya no solo están delimitados en espacios publicitarios, sino que están dentro de los programas informativos, las películas de ficción y hasta las publicidades que se disfrazan de noticias para promocionar “lo que siempre habías querido”. Así pues, la estrategia de marketing muta como si tuviera vida propia y claro está, ya que es el elemento clave de “ Como nos venden la moto”, parafraseando aquel libro de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet sobre control y poder de los medios de comunicación.
En la era de la imagen y de la información, en la que las pantallas y la instantaneidad controlan las interacciones humanas, pagar en publicidad es un elemento clave para dominar los mercados y garantizar mayores ventas. El año pasado, la empresa privada gastó en publicidad aproximadamente 500 mil millones de dólares. La industria publicitaria crece un 7% cada año, mucho más que el negocio del petróleo. Pero el costo social de esta estampida de imágenes es mucho más alto. El tiempo y la atención que se dedican a la publicidad desplazan un conjunto de informaciones y conocimientos sociales básicos que son cada vez más difíciles de difundir. Este es el caso de miles de personas tuberculosas que, por no saber sobre el tratamiento gratuito que da todo Estado, intentan calmar su eterna tos con calmatosisin forte, notox ultra o cualquier otro remedio ineficaz con sugestivas publicidades de hermosas modelos que, si bien sirven para recordar la marca en la caja registradora, no logran curar el largo dolor en el pecho y mucho menos el dolor en el bolsillo. La tuberculosis es una enfermedad curable y prevenible, contagia en América Latina y el Caribe a 40 personas por hora y provoca la muerte de una cada 10 minutos, pero, como los medicamentos los compró Estado y son gratis para todos, nadie puede ganarse unos pesitos más por publicitarlos.
¿Y qué podríamos decir sobre los espacios en la sociedad para la difusión sobre cultura política, derechos sociales o educación ambiental? Resulta alarmante la inferioridad de los costos de campañas sociales en comparación con la publicidad privada y esta brecha cada vez se intensifica más. La publicidad comercial crece constantemente cada vez más y más como carteles sobre el camino que nos impiden ver hacia dónde vamos, pero, claro, en este mundo veloz parece que lo importante no es a dónde vamos, sino nunca dejar de acelerar.
Algunas expresiones de comunicación alternativa que se resisten a desaparecer y se muestran tímidas en algunos murales abandonados de las ciudades, entre la firmas vacías de graffiteros y los carteles de publicidad de cine, se logran ver de vez en cuando representadas en algunos stencil o murales con frases críticas: "Somos el 99%. Somos más los pobres que exigen justicia". Un mensaje que alude al movimiento Ocuppy Wall street y a esa cifra vergonzosa que recuerda que el 1% de la población posee el 50% de la riqueza del mundo. Las camisetas y remeras también son una de esas expresiones visuales cual carteles humanos que se pasean por las calles y los espacios sociales mostrando con orgullo e identidad lo que piensan.
Con respecto a estas iniciativas cabría destacar el proyecto de Vos Zocial - Poder Parlante de la Asociación Creando A.S.C., que ha utilizado estas diversas expresiones de comunicación alternativa en articulación con el trabajo social. Mediante una técnica gráfica particular llamada "Diseño parlante", este grupo ha plasmado una multiplicidad de temáticas y problemáticas sociales en murales, camisetas, botones, imanes, etc. para después articularlas con contextos educativos y solidarios como microemprendimientos, talleres, cursos, campañas educativas, cine-debates e incluso generando sus propios ingresos para su mantenimiento.
Actualmente el proyecto se está difundiendo bajo licencia libre de Creative Commons, convocando a participar a la Red Onda V, que es un espacio en el que otros grupos sociales pueden aprender las múltiples técnicas gráficas del mundo visual, aportar a la difusión del pensamiento social y crítico mediante el uso de los Diseños parlantes y también aprender cómo obtener sus propios recursos económicos.
Estas otras formas de comunicar están tomando cada vez más lugar en la sociedad y reclaman el derecho de varios sectores a pronunciarse y a expresar su voz alternativa. Un deseo de visibilizarse en la urbe, una reivindicación al derecho a existir diferente, porque si bien es pertinente reconocer que las publicidades forman parte de los signos que nos pueden ayudar a movernos en la sociedad de consumo, quizás deberíamos preguntarnos hasta qué punto su hambre por nuestra atención no invade nuestros derechos. ¿No será que sus insaciables ganas de crearnos necesidades nos están convirtiendo en consumidores en botella y ciudadanos al vacío?
Por: Jorge Luis Renteria