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Noticia Ampliada

  • 26/11/2024
  • Papás lectores para los bebés

Por Rocío Bressia, especialista de Fundación Leer, www.leer.org

La literatura es una experiencia estética, para quien la escribe, para quien la lee. Este mundo, el mundo estético, está en los hombres desde siempre, en todos, sin importar tiempos, costumbres, tradiciones o culturas. Y está en todos los hombres de un grupo: en los hombres, en las mujeres, en los jóvenes, en los ancianos y en los niños, hasta en los muy niños. Y porque se trata de experiencias de goce y placer que no refieren al entendimiento, engloban a cualquier individuo y no solo aquellos que pueden “comprender” el sentido detrás de la obra.

Entonces, ¿leer en la panza? ¿Leer cuando todavía no sabe hablar? ¿Leer cuando todavía no sabe leer? Sí, sí, sí. Leer textos literarios con los niños es conectarse con otro uso del lenguaje, un uso que ya no es comunicativo ni pretende ser comprendido. Se trata de jugar con el lenguaje, una experiencia con el decir, con las palabras y sus sentidos. Pensemos si no en las canciones de cuna, en los juegos de balbuceo y en las miles interacciones que una madre puede tener con su hijo a través de las palabras sin importar que este entienda.

Recomendaciones para padres

La especialista colombiana Yolanda Reyes señala que cuando un niño admite que “odia leer”, en realidad no se trata de un gusto, una elección, sino más bien de malas experiencias, encuentros desacertados con la lectura, desprovistos de motivación y riqueza. Supone prácticas de lectura aisladas y esporádicas, de selecciones improvisadas y poco adecuadas.

Crear el hábito lector en los niños, que viene de la mano del fortalecimiento de las habilidades discursivas, supone un proceso sostenido y continuo de prácticas significativas, planeadas por adultos mediadores que intervienen con compromiso y pertinencia.

La lectura, el gusto y el placer que pueden sentirse al leer, son construcciones culturales creadas sobre la base de experiencias concretas que los adultos proyectan con los niños. Y no se trata solo de lectura en voz alta de textos antes de dormir, se trata también de relatos de anécdotas o experiencias, se trata de juegos de palabras y canciones, se trata de diálogos, de análisis de algo leído o visto, se trata de escrituras colectivas, se trata de leer e interpretar imágenes, de elegir juntos los textos en la librería o la biblioteca. Se trata, en fin, de darle a la palabra un lugar primordial en la interacción con los niños que no es estrictamente comunicativa sino placentera y experimental.

El proceso de alfabetización, el proceso de convertirse en lector, no queda encerrado en el jardín de infantes o en la escuela. Compromete a todos aquellos adultos que intervienen en la educación de los niños. Y no solo de actos de animación concentrado en los niños, sino también en aquellas situaciones en las que el propio adulto proyecta valoraciones de la lectura: no olvidemos el dicho de “enseñar con el ejemplo”. Un adulto que lee y disfruta con esto es un escenario que permite representaciones positivas de los libros.

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