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Noticia Ampliada

  • 19/01/2025
  • Vacaciones ¿es sinónimo de descanso?

Por el Dr. Daniel Sidelski, médico psiquiatra, miembro del staff de Programar Proyectos Educativos (www.programareduca.com.ar)

Estamos en un mundo acelerado, de eso no hay dudas. Pero además, nos toca transitar un tiempo en el cual la oferta de actividades para hacer; de productos para adquirir; de eventos a los que asistir; en fin, de "vida" que consumir crece a un ritmo imparable.

El problema es que mientras esta oferta aumenta de manera exponencial, el ser humano, en su dimensión existencial, no ha podido - en general- adaptarse a tamaño cambio. Este es uno de los motivos centrales del estrés vinculado a las vacaciones: vivimos con la sensación de que nos estamos perdiendo algo.

Es paradójico: las condiciones alienantes de la mayoría de las actividades laborales nos llevan a esperar con ansias el tiempo de "poder hacer lo que queremos" y, a la vez, poder descansar de nuestras agitadas agendas. Sin embargo, en ese tiempo libre queremos devorarnos el mundo: conocer lugares diversos; viajar; visitar nuevos escenarios naturales o culturales; llevar a cabo actividades que solemos postergar durante el año, ver películas, leer libros, comer exuberantemente, por citar uno ejemplos. Impulsados por tantos deseos, solemos diseñar vacaciones agotadoras, que luego demandan unas segundas vacaciones en las que podamos "no hacer nada", para recuperar energías que nos permitan encarar el nuevo año.

¿Y entonces? Pues es necesario elegir cómo queremos vacacionar. Y toda elección que hacemos implica perdernos todas las otras opciones:
si diseñamos unas vacaciones en la montaña para estar tranquilos y conectar con lo natural y espiritual, pues nos perdemos una vacaciones en la playa para hacer deportes, vida social y de entretenimiento. La solución es animarse a atravesar el dilema existencial planteado tan bellamente en Hamlet: ¿ser o no ser? O en este caso, ¿cómo elijo vivir? Hasta que esta dimensión del ser no sea explorada y las leyes de la vida —que implican elegir y perder algo para ganar otra cosa— no sean aceptadas, pues simplemente, hasta las situaciones más agradables se convierten en fuentes de estrés.

Por desgracia, las vacaciones no se asocian al estrés únicamente por este motivo. Por ejemplo, existen ciertas personas que padecen lo que denominamos “adicción al trabajo”. Ellas sienten angustia cuando se encuentran con tiempo libre, del mismo modo que una persona dependiente de una sustancia se halla en situación de abstinencia. Y dicha condición requiere, en general, la ayuda de un profesional para poder ser resuelta ya que como otras adicciones, es un tema complejo que no se resuelve con la simple “fuerza de voluntad”. Como una primera estrategia para abordar este tema tan complejo, las personas que se sientan en esta situación pueden realizar la siguiente prueba:
lleven consigo algo de trabajo para realizar durante las vacaciones, e intenten dedicarle, por ejemplo, tres horas al día, y luego, el resto del tiempo, permítanse “entregarse” a sus vacaciones. Allí podrán evaluar el grado de adicción que padecen. Si el mismo es leve, con esta simple estrategia, pueden ir disminuyendo progresivamente el tiempo dedicado a las tareas laborales en período vacacional e incrementar, paulatinamente, el destinado a las actividades recreativas. Si, en cambio, llegaran a descubrir que no pueden disfrutar de dichas actividades porque mentalmente continúan preocupadas por el trabajo, pues entonces puede ser un indiciador para realizar una consulta al regreso de las vacaciones.

Otro de los motivos por los cuales el estrés se asocia con las vacaciones, consiste en lo siguiente: dado que los sitios vacacionales suelen incluir una gran cantidad de oferta nocturna para los adolescentes, muchos padres, deben enfrentarse de manera más intensa que en las condiciones habituales, con situaciones que los obligan a poner límites, y administrar el grado de libertad que proporcionan a sus hijos (lo cual puede poner al descubierto ciertos desacuerdos no resueltos entre los padres, acerca de como criar a los hijos). Por esta razón, cada día se suscita un “problema” que no tiene salida: si los hijos salen, los padres se quedan angustiados, si los hijos no salen, los hijos se quedan enojados. ¿Qué hacer? Pues las vacaciones, puede ser una gran oportunidad para que padres e hijos profundicen sus vínculos y redefinan roles de padres, o de hijos que sean más funcionales. Por ejemplo, los padres pueden preguntarse: ¿qué valores quiero inculcar a mis hijos? Si los padres no lo tienen en claro, es el momento de clarificar valores.
Reflexione. Le comparto al lector, a modo de ejemplo, el siguiente valor: capacitar a sus hijos para la vida. Si adhiere a este valor, pues entonces, las vacaciones es un excelente momento para explorar el mundo de sus hijos, y descubrir en qué situaciones deben desenvolverse, cuáles son sus obstáculos y qué habilidades requieren para afrontarlos con éxito. Una vez que usted comprenda el mundo de sus hijos, pues entonces mayor será la probabilidad que ellos se sientan entendidos, y de ese modo, mejorarán sus habilidades para capacitar a sus hijos para sus vidas. Resumiendo: en estas vacaciones, usted puede tomarse tiempo para descubrir el mundo de sus hijos.

Otra de las situaciones vacacionales que se asocian al estrés, consiste en la condición de “hacinamiento” que se crean en ciertos puntos turísticos. Lo que puede provocar fastidio, que luego activa el fastidio de otras personas, y entonces se dispara un circuito de generación de estrés. El modo de afrontar dicha situación consiste en clarificar los objetivos y aceptar las pautas del mundo actual. Ello significa reconocer que, en ciertos sitios turísticos, esas son la reglas, y entonces elegir si ir allí o no ir.

Y por último, pero no menos importante, pasar unas vacaciones en familia puede ser estresante en sí. La mayoría de las familias disponen de poco tiempo durante el año laboral y lectivo, para estar todos juntos en un mismo espacio. En las vacaciones, por lo tanto, se encuentran con la situación de tener que pasar muchas horas todos juntos en ámbitos reducidos, en comparación con los de su hogar.
Desde el mismo inicio del viaje (en el que, por ejemplo permanecen en el mismo vehículo por 5 o 6 horas) así como en el transcurrir cotidiano, se comienzan a poner en evidencia ciertos conflictos "territoriales" (por ejemplo, el de cuánto tiempo emplea el baño cada uno) que, durante el año, se hallan ocultos. Las personas que en tiempos laborales y escolares creen que en sus familias no hay conflictos, pues se ven entonces cara a cara con ciertas cuestiones que la vida les pide que sean resueltas para poder vivir con bienestar.

Un modo de afrontar situaciones como estas, consiste, por ejemplo, en “mirar la mitad llena de la botella”. Por ejemplo, en lugar de enojarse porque “¿Justo ahora” en las vacaciones, te quejas? ¿No podes esperar a que volvamos a casa?”, puede aprovechar la ocasión para cuidar lo que más ama: su familia. Puede tomar conciencia de que ciertos conflictos subyacen a la “superficial calma” cotidiana, y entonces proponerse tomar al toro por las astas.

A modo de conclusión: creo que vale la pena tomarse unos minutos para averiguar qué es lo que quiere obtener de sus vacaciones. De esa manera, puede diseñar un contexto vacacional que favorezca lo que usted espera de las mismas.

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