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Noticia Ampliada

  • 16/01/2025
  • Prevención del alcoholismo: los límites del cuerpo

Por Dr. Guido Bergman y Patricia Haidbauer, Directores de Programar Proyectos Educativos, www.programareduca.com.ar

La prevención del alcoholismo requiere especial atención porque se trata de un problema con distintos niveles de riesgos: su consumo excesivo puede llevar a un coma alcohólico, pero aún un consumo menor puede traer problemas laborales, de salud y sociales. Por eso, como primera medida, es importante conocer el funcionamiento del cuerpo frente a esta sustancia y descubrir cuáles son los propios límites.
Cuando una persona toma alcohol, percibe los efectos que le genera por la acción del alcohol sobre el sistema nervioso central, es decir, el cerebro, lo que afecta su normal funcionamiento. Como concepto clave debemos saber que el alcohol es en sí mismo es una droga depresora del funcionamiento del SNC (sistema nervioso central). O sea, no es un estimulante. Y eso tenemos que remarcarlo:
la razón por la cual, inicialmente, al tomar un poco de alcohol podemos sentir que estamos “alegres” y desinhibidos es simplemente porque bloquea el funcionamiento de nuestras propias barreras, lo que impulsa a que nos animemos, por ejemplo, a realizar acciones que, sin tomar, jamás haríamos.
Los efectos del alcohol van a variar según la dosis consumida. A medida que la concentración de alcohol en sangre aumenta, se bloquea más el SNC y los efectos pueden ser varios: desde experimentar alegría y estar desinhibido, perder los reflejos o el equilibrio, hasta caer en un coma alcohólico, en los casos más extremos. Lo que hay que tener presente es que la dosis de alcohol necesaria para generar un coma alcohólico no es tan elevada como la mayoría de las personas suponen.
¿Por qué nos emborrachamos?
La razón por la cual una persona entra en estado de “borrachera” es simplemente porque consume más alcohol del que el hígado puede procesar o metabolizar. El 80% del alcohol que tomamos se absorbe e ingresa al cuerpo por el intestino delgado, sólo el 20% se absorbe en el estómago. El 90% se metaboliza por el hígado y el 10% restante se elimina del cuerpo, principalmente, por el aire espirado y muy poco por orina o transpiración. Los controles de alcoholemia, por ejemplo, miden el alcohol en el aire exhalado, lo que determina una equivalencia con la cantidad de alcohol que hay en la sangre.
El punto limitante de nuestro “aguante” lo determina nuestro hígado.
Este órgano metaboliza el alcohol y lo transforma en acetaldehído y agua. Ese proceso tiene una velocidad determinada por la genética, pero que no es muy diferente entre las personas y ronda los 10 gramos de alcohol puro por hora. Es decir, que si consumimos más de 10 gramos de alcohol en una hora va a “sobrar” alcohol que circulará en la sangre, llegará al cerebro y seguirá en el cuerpo hasta que el hígado pueda metabolizarlo a su velocidad.

La pregunta clave es: ¿cuánto es 10 gramos de alcohol puro? Es el alcohol puro que hay en una lata de cerveza, una copa de vino o un
shot de cualquier bebida destilada. A eso lo llamamos una “unidad de bebida”. Por ejemplo, si consumimos cinco latas de cerveza en una
hora, el alcohol tardará cinco horas en desaparecer del organismo.
Cinco latas de cerveza de 354 ml. equivalen a 1770 ml. de esta bebida, que en alcohol puro equivalen a cinco shots de vodka, es decir, cinco unidades de bebida, que es la cantidad de vodka que se le agrega a un trago, generalmente. En el control de alcoholemia, dos unidades de bebida, dan como resultado positivo.
Sin embargo, para “emborracharse” se necesitan varios factores: el primero es la cantidad, tomar más de lo que nuestro hígado puede
procesar; el segundo es la velocidad, que puede ser externa (cuando consumimos mucho en poco tiempo) o interna (cuando el estómago está
vacío el alcohol se absorbe más rápido); como tercer factor está la graduación alcohólica de las bebidas. Las blancas, por ejemplo, hacen
más probable una borrachera.
Estas son las tres variables que hay que tener en cuenta para vincularnos con el alcohol. Por que hay que subrayar que siempre que una persona toma alcohol aumenta sus riesgos. En el período inicial, cuando una persona toma “poco” alcohol, esto es entre 2 y 4 unidades de bebida sus riesgos están asociados a sus conductas: accidentes de auto, peleas, sexo sin protección, quemaduras, etc. Luego, al ingerir más cantidad, el efecto tóxico genera un riesgo mayor asociado al efecto directo del alcohol sobre el cerebro. Llega un momento que cuando la cantidad de alcohol en la sangre es muy elevada, los
efectos tóxicos sobre el SNC lo llevan primero a perder la conciencia (quedarse dormido y entrar en coma) y luego al paro respiratorio.
Esta última situación se produce cuando las neuronas que generan que respiremos también se bloquean y dejan de funcionar, provocando la
muerte.
La dosis letal de alcohol depende del peso de cada persona. En un niño, es de 3 gramos por cada kilo y en los adultos, de entre 5 y 8
gramos. Por ejemplo, un litro de vino que tiene 15 % de graduación alcohólica, tiene 150 gramos de alcohol puro. Entonces, si hacemos la
cuenta, una dosis letal para un adolescente que pesa 60 kilos pueden ser dos litros de vino. Porque si dividimos los 300 gramos de alcohol puro de los vinos por su peso, nos da como resultado 5 gramos por kilo, una dosis que puede resultar mortal.
Como conclusión, podemos referir que siempre que consumimos alcohol nos estamos exponiendo a riesgos, por eso es de vital importancia
aprender a vincularnos correctamente con la bebida y respetar los límites que nos marca el propio cuerpo.

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