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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • El juego, una actividad que potencia la recuperación

Por Teresa Méndez, responsable del Área Psicosocial de la Fundación Natalí Dafne Flexer (www.fundacionflexer.org).

Cuando un niño se enferma la familia sufre alteraciones. Desde el aceptar la nueva realidad que se impone, pasando por las rutinas médicas que comienzan a hacerse cada vez más presentes hasta los momentos de internaciones. Todo parece ser complicado, sin embargo los adultos no deben perder el foco de que el niño es quien está luchando contra el cáncer y que, precisamente, sigue siendo un niño. Por eso, hay que acercarle herramientas para que pueda elaborar, de acuerdo a su edad, qué le está pasando y también continuar con su crecimiento y desarrollo. ¿Qué puede ser posibilitador? El juego.

Ante la palabra cáncer es normal que sintamos temor, angustia y desesperanza. Sin embargo, para fortalecerse y atravesar todos los tratamientos (que pueden ser incómodos, cansadores y dolorosos) hay que conectar con las posibilidades que sí tenemos tanto los adultos como el niño que padece la enfermedad. Y el juego es fundamental, porque se juega siempre desde las capacidades que tenemos, en el mundo lúdico todo se puede transformar, el pequeño que juega inventa su mundo.

El juego tiene el gran beneficio de ser un constructor del ser de chico. Es cierto que enfrentará momentos difíciles y quizá para poder tener mayor entereza es bueno que sepa de antemano qué le pasará. Para contarlo los juegos son un motor y una manera de acercarse a lo que vendrá de una forma divertida.

Mediante el juego los niños se expresan, así exteriorizan temores, hacen catarsis sobre lo vivido, cuentan sus miedos. Si hay un adulto está atento a estas expresiones podrá ayudarlo y contenerlo en sus necesidades puntuales. En todas las etapas los pequeños tienen la necesidad de seguir siendo niños. Para poder ayudarlo a que así sea hay que escucharlo, permitirle hablar y, por supuesto, jugar. Hay que habilitarles que está bien reírse y estar triste, en este sentido el humor es un aliado indiscutible para aliviar la angustia.

Así, los chicos pueden jugar con sus hermanos y hasta animarse a algunas proezas que dependerán de cómo se encuentren físicamente (esto siempre es mejor hablarlos con sus médicos personales). También es normal que se interesen por jugar al doctor y revisen a sus muñecos, es su modo natural y cercano de ir transitando lo que les ha tocado vivir.

Cuando los niños están internados también es importante que sigan jugando pues lo lúdico los saca del lugar de no poder y los contacta con lo que sí pueden. En el hospital sienten que están en un lugar extraño y en relación con personas que no conocen. Además, deben soportar malestar físico y numerosos estudios. Ante estas situaciones difíciles es importante que se lo acompañe y se lo aliente a jugar. Acompañarlos activamente ayuda a mejorar la predisposición, aumenta la calidad del tiempo que permanece en la institución, favorece la autoestima del chico al sentir que se ha podido enfrentar exitosamente una situación difícil y fortalece la alianza terapéutica con el equipo de salud.

Nuevamente, no hay que olvidarse que se trata de un niño quien tiene cáncer y el juego es propio de la infancia. Por eso, hay que garantizarle su espacio lúdico.

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