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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • Ahorro vs. Inversión

Por Gabriel Holand, autor de “Invertir y ganar es posible (aunque nadie dijo que fuera fácil)”, de Ediciones B Argentina (www.hrglobal.com.ar).

Es importante no confundir ahorro con inversión, ya que aun cuando presentan puntos en común, son cosas muy diferentes


En primer término, hay que señalar que ambas alternativas conllevan una postergación del consumo (es decir, que “sepa­ro” una parte de mis ingresos y decido gastarla más adelante), con el objetivo de preservar el poder adquisitivo y adicional­mente ganar alguna renta a lo largo de los años.
Así que, en ambos casos, rechazaremos la opción de dis­poner del dinero en el presente. En el del ahorro, para poder contar con éste en el futuro, y en el de la inversión, con la intención de incrementar la cantidad de esta, a cambio de so­portar un riesgo determinado.


Denominamos “ahorro” a aquellos fondos que probablemente necesitemos a corto plazo para atender necesidades de “la diaria”, más o menos previsibles.
Aquí la clave es preservarlos de la inflación para mantener el poder de compra y obtener algo de rentabilidad, lo cual deja poco margen para soñar con utilidades extraordinarias. Dicho en pocas palabras, para ahorrar conviene utilizar productos de corto plazo (plazos fijos, fondos de mercado monetario, etc.), que paguen en forma más o menos conocida de antemano algún tipo de retribución (tasa) que nos resguar­de de la inflación y habilite también una pequeña ganancia.


La inversión, por el contrario, lleva tres condimentos esen­ciales que la diferencian del ahorro:
• En general, requiere un mayor tiempo de inmovilización del dinero, es decir, mediano plazo (2 años) o largo plazo (5 años).
• Demanda mayores montos mínimos de acceso. Esto quiere decir que requiere un mínimo mayor para invertir que para ahorrar, sobre todo si se quiere acceder a productos más sofistica­dos, que necesitan el transcurso del tiempo para madurar.
• Aquí, además de preservar el valor del dinero en relación con la inflación, se busca obtener ganancias que nos pa­rezcan interesantes. Y ello requiere apostar a algunos acti­vos que pueden ser volátiles (o sea, subir o bajar), resultar más complicados de realizar en lo inmediato (inmuebles) e, incluso, acumular algunos quebrantos (acciones que bajan por alguna razón más o menos permanente, como pérdidas de mercado o fracaso en el lanzamiento de un producto).


Resulta claro que confundir el ahorro con la inversión pue­de traernos problemas de liquidez, y también generarnos pér­didas que probablemente serían evitables si se contara con un lapso que permitiera esperar, a fin de recuperar el valor de la inversión


Un ejemplo: supongamos que quisié­ramos salir de viaje de aquí a 6 meses y para ello, guardamos algún dinero de nuestros ingresos mensuales, el cual decidimos invertir en acciones. Al cabo del período estipulado, dichos activos tal vez baja­ron de valor por alguna circunstancia.
Entonces, tenemos la alternativa de venderlos a pérdida —riesgo de pérdida—, para obtener los fondos y aplicarlos a nuestro objetivo inicial. En ese caso, deberemos obtener fondos de otro lado para cubrir el bache, y tal vez nos veamos obligados a recurrir a un crédito bancario para lo cual, sin dudas, pagaremos la tasa de interés y los gastos varios correspondientes.
En síntesis, deberíamos soportar el quebranto accionario más los costos de financiarlo, a fin de recuperar nuestro capi­tal y poder cumplir nuestro objetivo inicial.
En el caso en cuestión, con seguridad resultaría más con­veniente colocar el dinero en un plazo fijo o caja de ahorros. Porque así cobraríamos una renta conocida, aunque esta se encuentre lejos de las expectativas que generan las inversiones en la bolsa.


Similar situación podría plantearse si compramos un in­mueble con préstamos de terceros, a devolver íntegramente en una fecha fija, confiando en que, desde ahora y hasta el momento de cancelar nuestra obligación, los ladrillos subirán su valor lo suficiente como para que podamos generar una uti­lidad adicional, además de pagar los costos del capital tomado a crédito.
Es posible que así sea. Pero puede suceder que, en la fecha en que debamos devolver el capital, el mercado inmobiliario se encuentre poco activo o, incluso bajen los valores por falta de demanda. En este caso, deberemos malvender nuestra in­versión con las pérdidas y los trastornos que esto implica.


Entonces, tener en cuenta nuestros plazos, el volumen de nuestro capital y nuestra voluntad de someterlo al riesgo de los vaivenes del mercado son elementos claves a la hora de determinar si lo mas con­veniente es elegir activos de ahorro o de i

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