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Noticia Ampliada

  • 28/11/2024
  • Entender lo que el texto nos propone

Por Rocío Brescia, especialista de Fundación Leer, www.leer.org

Tradicionalmente la lectura fue considerada como la habilidad de descifrar el código escrito, y las prácticas de enseñanza pusieron su eje en el desarrollo de esta habilidad. Sin ir muy lejos, algunas décadas atrás, la escuela enseñaba a leer considerando que el texto era el portador de significado por excelencia y el trabajo del lector se basaba principalmente en el desciframiento del código lingüístico para poder comprenderlo.

Hoy se sabe con claridad que leer no es solo decodificar, es un proceso cognitivo en el cual el lector interactúa con el texto con el fin de construir una representación mental del contenido de ese texto, en función de determinados objetivos de lectura. Para que pueda construir significados, el lector debe poseer conocimientos previos sobre lo que está leyendo, tanto los relacionados con la estructura del texto, como sobre los contenidos abordados en él. Debe tener estrategias de lectura que irá accionando de acuerdo al texto y a la situación de lectura. Es decir que la formación del lector es continua, compleja, incluso tan diversa como diversas son las posibles situación de lectura.

Para ayudar a la formación de un lector, los adultos debemos recuperar la lectura en voz alta a fin de hacer cortes y evidenciar procedimientos del texto, discutirlos, invitar a los niños a plantear dudas o hacer inferencias. Ayudarlos es también explicar las estrategias de resumen y el modo en que un lector entrenado toma nota de las ideas centrales. Debemos invitarlos a que reparen en los paratextos viendo en éstos una ayuda muy valiosa de introducción y acercamiento previos a la lectura. En última instancia, se trata de acompañar al lector en formación en el proceso de lectura, colaborando en la adquisición de estrategias que le permitan leer cada vez mejor.

Si hay problemas

Cuando la situación de lectura no está bien conducida por el adulto y los chicos quedan solos con el texto, la concentración es verdaderamente esforzada y solo se sostiene un par de párrafos. La guía del adulto es la que garantiza que no se pierdan y generen una interacción con el texto, una postura activa frente a lo que el discurso propone.

En este sentido, si los chicos son invitados a acercarse al libro de manera progresiva y gradual, analizando los paratextos previamente y produciendo hipótesis, recuperando saberes previos les permitan generar preguntas o inquietudes reales frente a los temas, tendrá más herramientas para interactuar con el texto y no “recibir” de manera pasiva la estructura. En este sentido, el adulto debe organizar una guía de proceso de lectura para que el propio lector en formación controle y monitoree la comprensión. Un lector entrenado no es aquel que sabe todo sino que tiene estrategias de lectura para desplegar en los bloqueos de sentidos.

Las perspectivas actuales advierten que la lectura y escritura ya no corresponden meramente a “habilidades que se aprenden en la escuela”, sino a prácticas sociales y culturales que se despliegan a partir de las más tempranas interacciones. El bebé de un año al que la mamá ayuda a pasar las hojas de un libro de goma, está aprendiendo saberes en relación con la lectura.

Hay que recordar que la lectura no es un fenómeno natural, ni en los niños, ni en los adultos. Se trata de las experiencias en relación con los textos que viven tanto en sus contextos familiares o sociales como en la escuela las que determina sus inclinaciones, sus aprendizajes y sus preferencias. El gusto, la falta de atención, la complejidad son fenómenos que se sortean o confrontan a partir de pertinentes, acordes y convocantes guías o consigna de lectura.

Los llamados cuestionarios de contenido invitan a los niños a una postura pasiva frente al texto que se reduce en la extracción y reproducción de datos. Las sesiones que se despliegan en clase desatienden el hecho central de que el lenguaje es el único modo de acceso al conocimiento y los contenidos no yacen detrás de sus formas sino en el mismo entramado textual.

Por eso, antes de poner toda la atención en “los problemas que tienen los pequeños lectores”, sería importante repensar los modos a través de los cuales los mediadores proponemos la lectura y el análisis de textos. Cuantas veces las propuestas reproducen una lógica que lejos está de favorecer el aprendizaje.

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