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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • ¿Los coaches necesitan supervisión?

Por Leonardo Wolk, autor de “Coaching para Coaches. Teoría y práctica de la supervisión”, Gran Aldea Editores (leowolk@arnet.com.ar)

La supervisión en coaching es un proceso y una práctica que deriva del quehacer psicoterapéutico, adoptando en este campo características particulares y modalidades diferenciadas. Por ejemplo, en coaching se trabaja sobre lo manifiesto, lo observable, lo consciente; en psicoterapia nos dirigimos a lo inconsciente. No es lo mismo el abordaje de una depresión en psicoterapia que trabajar con un equipo instalado en una emocionalidad depresiva o desmotivada.


Hace algunos años, en el campo de la psicoterapia se la consideraba como una “super-visión”, un mecanismo de control de alguien que examinaba desde un lugar de poder o de superioridad lo que otro colega, menos experimentado, hacía con su consultante. Era una actividad reguladora o de vigilancia sobre cualquier posible desviación del profesional.


Ese modelo ha regido por muchos años. En algunas instituciones o sociedades profesionales sigue vigente y se la considera como un procedimiento natural. Sin embargo, aun en el campo de la psicoterapia esa modalidad fue cuestionada y modificada. Actualmente concebimos una perspectiva más dinámica de interacción, que entiende a la supervisión como un proceso constructivo del cual podrá derivarse una expansión en la práctica de la competencia del coach.


La supervisión es una pieza fundamental en el ejercicio del coaching, ya que no basta haber certificado como coach. No es suficiente cuánto èste haya leído, estudiado o cuánto haya practicado en talleres y sesiones simuladas (que, sin duda, son necesarias e inmensamente formadoras), sino que es en su práctica real donde ocurre la parte final de su aprendizaje y donde el profesional se consolida como tal.
Esta etapa debe realizarse con un guía soporte y acompañante. Por el bien del coacheado, por una cuestión de ética y responsabilidad, e inclusive por un bien hacia sí mismo, este camino conviene transitarlo bien acompañado.


A los jóvenes profesionales, coaches o terapeutas que al inicio de su ejercicio profesional se dan la oportunidad de tener supervisión, les llama mucho la atención la cantidad de cuestiones relevantes y significativas que siendo fácilmente visibles no son capaces – aún – de percibir.


Ante esta situación hay muchos profesionales novatos que van perdiendo entusiasmo y confianza en su práctica diaria, dado que carecen de una adecuada orientación. Algunos, lamentablemente, vencidos por el miedo y la falta de confianza, abandonan la práctica. Otros, que consiguen trascender ese miedo inicial, destacan la gran seguridad que les da tener la oportunidad de revisar sus casos en un ambiente respetuoso, confiable y seguro.


La supervisión es un espacio de interacción, reflexión y análisis crítico del proceso de coaching; implica la revisión y discusión de las sesiones realizadas por el coach, en proceso de formación o ya certificado como tal. Es una modalidad operativa de aprendizaje y también de profundización del ejercicio del rol.


Una buena supervisión requiere, sine qua non, una relación de mutuo respeto y un compromiso de apoyo bidireccional. El supervisado debe encontrarse muy cómodo para poder analizar sus intervenciones y fijarse en los aspectos más difíciles y controversiales, sintiéndose motivado y respaldado en su práctica, y alentado en su autocrítica. El supervisor es responsable de generar un contexto donde el supervisado pueda presentar sus miedos sin miedo y pueda traer sin pudor sus dudas y sus vergüenzas. El profesional coach necesita poder identificar sus aciertos y también sus errores; solo así los podrá corregir.


Aprender implica una herida en la autoestima que deviene de la necesaria y auténtica declaración del “no sé”. El coach necesita precisar las interpretaciones que tiene o hace sobre el coacheado y sus problemas, afinar la escucha y la observación, recibir orientación sobre sus intervenciones y las técnicas o recursos que está usando, ampliar estrategias y adaptarlas a las necesidades específicas del caso, recibir una retroalimentación que posibilite profundizar un camino, desandar otro, replantearse una dirección, reparar un error, y que además afirme la seguridad en sí mismo. En otras palabras, el coach necesita darse la oportunidad de continuar aprendiendo.

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