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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • El contexto social y familiar puede modificar los pronósticos y contribuir a una mejor calidad de vida.

Por Noelia Proto, Psicóloga de la Fundación Río Pinturas, www.riopinturas.org.ar

Los paradigmas sobre la discapacidad intelectual están cambiando y paulatinamente las personas con alguna dificultad de este tipo empiezan a ser incluidas socialmente. Es un cambio que se opera, en primer lugar, dentro de las propias familias y, en segundo lugar, dentro de la sociedad.
No hace mucho tiempo, las personas con ciertas discapacidades intelectuales, desde un retraso leve hasta moderado o severo, eran ignoradas como sujetos plenos de derechos, y entre ellos, el derecho de desarrollarse para ser personas autodeterminadas. Porque se les negaba la posibilidad de autovalerse, de pensar por sí mismas. Socialmente, ser un sujeto con una discapacidad intelectual, ya sea leve o moderada, equivalía a no tener ninguna capacidad de discernir, expresar sus opiniones, gustos o necesidades. En parte, esto surge porque se evaluaban los problemas mentales casi exclusivamente desde la medición del coeficiente intelectual. Actualmente hay una visión más amplia, que implica tomar en cuenta las capacidades de cada uno, como el manejo del dinero, la posibilidad de interactuar con otras personas en diferentes entornos o la posibilidad de manejarse solos en la calle y otros espacios públicos.

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