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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • Arte y discapacidad mental

Por Cristina Zaragoza, presidenta de la Fundación Río Pinturas, www.riopinturas.org.ar

El arte no acepta definiciones unívocas, inmutables o precisas, en ninguna de sus disciplinas porque el arte es creatividad, libertad, movimiento hacia el interior de uno mismo para encontrar aquello que no podemos expresar convencionalmente. Nos permite conectarnos con nuestros pensamientos y emociones más profundas, con nuestros sueños, nuestros deseos. Y así como no hay límites para la creación tampoco hay límites para la interpretación. El arte no admite etiquetas y las definiciones van cambiando según la perspectiva desde donde se observe, según la época, según la sociedad.

Del mismo modo, las personas con discapacidad mental -hablamos de discapacidad mental sin eufemismos para llegar de una forma directa a todas las personas- tampoco admiten etiquetas. La forma en que pueden responder a determinados estímulos o demandas de su entorno social o afectivo va más allá de sus diagnósticos específicos. Acercarlas al arte es una manera de ayudarlas a encontrar esa voz interna que no siempre puede expresarse a través del lenguaje convencional.

Si tomamos como punto de referencia las artes plásticas - la pintura, el dibujo, los collages- lo que hace el artista es visibilizar a través de su arte sus pensamientos más íntimos, sus desazones, sus miedos, aquello que no se puede decir porque trasciende la experiencia común o porque las palabras no son suficientes. El arte habilita la expresión libre, sin trabas y sin encasillamientos. Las personas con discapacidad mental que acceden a la expresión artística encuentran una manera de plasmar su mundo interior, su imaginación, del mismo modo que lo haría cualquier otra persona; sólo se trata de conectarlas con sus mejores recursos creativos para que canalicen su potencial artístico. Y en esto tampoco hay diferencia con lo que haría un docente con cualquier estudiante de arte.

Sólo que en las personas con discapacidad mental, la mirada del docente se debe centrar en los apoyos que necesitan en función de sus capacidades, enfatizando las características positivas de la persona, para lograr que la obra se genere desde sus propias miradas y alternativas.

Dos etapas en la creación

El proceso creativo tiene varios momentos, que podemos sintetizar en dos: desde su etapa inicial, cuando el artista en ciernes se enfrenta al desafío de plasmar su creatividad y su sensibilidad en una obra; es un momento de búsqueda, donde la ayuda del docente resulta fundamental. Si éste ofrece una buena guía y genera un vínculo de confianza, ese momento de confusión y desorden, que puede llevar inclusive a desechar varias veces los intentos, no produce frustración, sino todo lo contrario. Lleva a intensificar la búsqueda, a seguir intentando hasta lograr un resultado final que lo satisfaga. Cuando este paso se completó, llega un segundo momento, igualmente importante, que es mostrar la obra, ponerla a consideración de otros. Cada persona que observa es única, mira desde sus experiencias previas, desde su subjetividad, sus conocimientos y hace sus propias valoraciones. Este acercamiento, que es válido en general, también debería serlo en particular para acercarse al arte de personas con discapacidades.

Cuando un artista con discapacidad intelectual da a conocer su obra, lo que se busca es que el público se conecte con lo que la obra le transmita, no con las limitaciones del artista. Por eso, desde la Fundación Río Pinturas promovemos que nuestros artistas participen de todo tipo de experiencias comunes a todas las personas en igualdad de condiciones.

Las exposiciones de plástica, por ejemplo, son una oportunidad para interactuar con el público, teniendo como nexo la obra de arte; a través de ella se ha manifestado una persona, más allá de su condición de discapacidad. Eso no debería importar ni debería ser un elemento que influya sobre la mirada del otro.

Cuando hablamos de inclusión a través del arte, nos centramos en este aspecto, en que la persona con discapacidad pueda crear y que su obra se sostenga por sí misma; que sea apreciada como hecho artístico y no porque su autor es una persona discapacitada. Lo contrario, anteponer la discapacidad a la producción artística es promover una supuesta integración, que no implica la aceptación del otro como persona plena de inquietudes y posibilidades.

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