Por Arq. Alejandra Mastenbaum, socia de Línea D Interiorismo (www.lineadinteriorismo.com.ar ).

El diseño contemporáneo llegó y rompió todos los moldes. La funcionalidad y la estética encontraron en la modernidad una alianza que tocó su punto máximo de afianzamiento y que ha pautado las reglas de la decoración durante muchos años.

Los primeros diseños contemporáneos aparecieron a principios del siglo XX de la mano de la Bauhaus, escuela fundada por Walter Gropius, y el movimiento moderno. Desde esta concepción se promulgó que un estilo sencillo y práctico podía ser igualmente estético y hasta artístico. Es así que hasta el día de hoy los muebles que siguen esta línea de trabajo se muestran simples, con una estética bien neta y con materiales que se ven a simple vista.

El estilo contemporáneo carece casi en su totalidad de ornamentación, abandona las pretensiones para fundirse con una gran limpieza visual.
En cuanto a materiales, recurre a la madera natural, el vidrio, los mármoles y el acero, generando combinaciones que han sido provocadoras al momento de su lanzamiento.

Por sobre todas las cosas, en este diseño prima la comodidad, la funcionalidad y la buena fabricación, es que es en la modernidad donde el diseño industrial cobra protagonismo, y esto se traslada a la decoración.

En este sentido, si se quiere lograr una ambientación que siga esta filosofía no hay que incluir muchos muebles, solo los necesarios. Hay que aprender a convivir con el espacio en blanco, el vacío, pues es importante darle a cada pieza su maco.

Por todo esto, evaluar bien qué se necesita para la actividad cotidiana será el primer paso para definir qué piezas serán necesarias para equipar la casa. Luego, elegir los materiales, pues unos aportarán más calidez que otros, y eso dependerá de los gustos propios de cada uno. Por último, atreverse a jugar con el espacio y a dejar grandes espacios para que el movimiento se de en el hogar.

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