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Noticia Ampliada

  • 24/11/2024
  • Regalo con sello propio

Por Lic. Marisa Russomando, Psicóloga (MN) 23189, www.marisarussomando.com.ar , Directora de Espacio La Cigüeña.

Un regalo es mucho más que un paquete, mucho más que una sorpresa. Un buen presente implica pensar en nuestro prójimo para saber qué necesita, qué le gusta, y conocer estos detalles encierra un vínculo que se estrecha, que habla del cariño que se tienen los integrantes de la relación. Es un acto de generosidad en el que buscamos darle satisfacción al otro. Lo más interesante es que si lo hacemos desde un sentimiento genuino, también podremos gozar de ese bienestar.

La Navidad y el fin de año nos dan la excusa perfecta para hacer regalos, una tarea a la que hay que dedicarle tiempo si se la quiere hacer bien. Diciembre nos trae rituales, aquellos a través de los cuáles queremos decirle a la otra persona que nos interesa, que queremos estar presentes en su vida. El regalo es un símbolo de concordia, amistad y paz que ha atravesado todos los tiempos.

Cuándo damos un regalo le estamos diciendo a la otra persona qué vemos en ella y, a su vez, ella podrá leer parte de nuestra personalidad con la que elegimos el objeto que le dimos. Es así que en esta doble lectura es posible encontrar distintos tipos de presentes:
los que exhiben cuánto dinero se gastó, los impersonales, los equivocados y los poco costosos pero que van directo al corazón. Estos últimos nos demuestran que regalar bien es un arte.

Es justamente el arte (en el sentido más amplio) una salida de la invasión progresiva de anuncios, publicidades y hasta ofertas tentadoras que nos convierten en posibles consumistas de regalos durante esta época. ¿Regalamos por cariño o por compromiso?

¿Compramos lo que queremos o lo que los descuentos nos brindan?

Regalar es mucho más que intercambiar objetos, es una cuestión de sentimientos, y en esto el marketing aún no logra mandar. Pocas cosas nos hacen tan felices como dar felicidad. Por eso es una buena tarea dejar atrás las presiones económicas y retomar la desafiante labor de encontrar ese objeto único para esa persona singular a la que queremos sorprender. Sobre todo si lo pensamos para las fiestas navideñas, en las que deseamos que nuestra espiritualidad se vea reflejada mucho más que en el moño.

Para hacer feliz a nuestro ser querido es necesario haberlo escuchado detenidamente aun en las conversaciones triviales para descubrir en ellas la clave de lo que necesita, interpretar sus deseos y poder mirar atentamente para reconocer qué podría sorprenderlo.

Estas acciones valen tanto para los adultos y se redoblan cuando se piensa en los regalos para los niños. Ellos no solo quieren bajo el arbolito aquello que piden porque ven en la pantalla chica, sino también se sienten reconfortados cuando encuentran el accesorio ideal para completar su laboratorio, para cambiar a su muñeca que hace las veces de hija o el libro de una colección aun incompleta.

Poner manos a la obra también es una buena opción, que puede ir desde un cuadro, un saco tejido al crochet o hasta una selección cuidada de temas que saben les pertenecen por su historia en común.

Imaginación y estética en el envoltorio se combinan para delinear un paquete que puede volverse mágico si la tarea fue realizada con amor.



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