¿Es el destino de los medios de comunicación impresos a desaparecer ante la gran omnipresencia de los medios electrónicos como el Internet y la televisión? De nuevo esta pregunta surge como una fantasma dormido cada vez que entra en escena otro jugador capaz de transmitir la información a la velocidad del rayo. Los estudiosos responden también a la misma velocidad: “¡NO!; los periódicos tienen muchos más años mientras exista entre el público una necesidad inquisidora por saber a profundidad de lo acontecido.” Mientras que el público continúe preguntando ¿...y porqué?, existirá la razón de ser de los periódicos.
Salta a mi memoria los primeros años de mi carrera, allá para la década de los 80, cuando un grupo de jóvenes periodistas latinoamericanos y del Caribe intentábamos seguir la senda del “periodismo interpretativo”; que no nos conformábamos con dar la noticia simple y llana siguiendo las regla máxima de periodismo clásico de responder el qué, cómo, cuándo, dónde, quién, y cuál. La pregunta del “porqué”, aunque no enseñada en las aulas universitarias, se hacía más necesaria en el ejercicio de nuestras funciones como comunicadores. En ese entonces muchos jefes de información, resistentes al cambio, nos veían como agentes subversivos dentro de las salas de redacción. Pero existieron otros, como Carlos Castañeda, director-fundador de El Nuevo Día, que lograron profetizar el futuro del periodismo en todos sus renglones: desde el contenido informativo hasta la presentación del mismo, adelantándose por mucho a los cambios en la prensa escrita que generaría la competencia de los nuevos medios de comunicación.
Estos visionarios del periodismo supieron interpretar las necesidades del lector que espera que el diario dé una información completa, reposada, contrastada, segura; ya que la transmitida por radio, televisión y por los canales digitales es una información rápida, fragmentada, inmediata, al hilo de un acontecimiento en marcha, y por lo tanto incompleta por definición.
Esperan de entrada, sin más complicaciones, que el diario les informe bien, y esperan que contenga opiniones plurales, aunque algunos lamentan, como es muy humano, haber leído artículos con cuyo contenido discrepan.
El interés generalizado por conocer noticias a medida que se suceden los episodios de un acontecimiento en pleno desarrollo es un fenómeno que fue creciendo desde el siglo XIX con el advenimiento de las agencias de noticias. Se aceleró a mediados del siglo XX cuando la radio y la televisión permitieron acercarse al ideal de la información instantánea y simultánea, aunque sea incompleta y a veces fuera de contexto.
Con todos esos medios de comunicación en permanente emisión, han perdido sentido las ediciones extra sobre un acontecimiento del que no se conoce su final. Antes estaba justificado que un diario sacara a la calle varias ediciones a lo largo del día. Era así cuando no había medios capaces de dar al público información en tiempo real.
No podemos olvidar, sin embargo, el valor del tiempo en el periodismo moderno. Es lo que en teoría del periodismo se denomina el factor inmediatez. Significa dar la información en el momento oportuno, en el momento inmediato, el más cercano posible al instante de producción de un hecho.
La prensa escrita, al no poder competir con la vertiginosidad de los medios electrónicos, se ha visto obligada a profundizar, analizar e investigar, a sacrificar la acuciosidad de los acontecimientos por mayor profundidad analítica a fin de proveerle al lector varias perspectivas que a veces son yuxtapuestas. Aquellos periódicos que asumen posiciones panfletarias y parciales están destinados a desaparecer ya que el lector de hoy exige de su periódico preferido diversidad informativa.
Así lo expuso el catedrático de la Universidad de Hamburgo, Alemania, Jürgen Wilke a partir de sus investigaciones sobre la evolución de la prensa alemana e internacional desde finales del siglo XVII. A los lectores de periódicos no les interesa mucho conocer las últimas noticias. Prefieren conocer los acontecimientos de manera completa y fehaciente.
Esta es una función principal de la prensa: abrir los ojos al mundo, empezando por el que tenemos más cerca. También lo es, por cierto, y en mayor medida, contribuir a la defensa de la paz y de la vida, al buen clima social y a la promoción de los valores de la libertad, la justicia, la solidaridad y la verdad. En este contexto no está de más, tampoco, recordar a los gobiernos que deben gestionar sus crisis con honradez, lealtad y eficacia. Las mentiras sólo consiguen agravar las crisis, aunque la reacción primaria de los gobernantes o candidatos a puestos electivos sea pensar que la verdad es dañina.
Amargo testimonio de ello lo puede dar el ex presidente de España José María Aznar, que al insistir hasta el último momento que los atentados de Madrid el pasado 11 de marzo fueron perpetrados por el grupo separatista vasco ETA. Aunque tengamos la tentación de decir que Al Qaeda le truncó el triunfo a Aznar, la percepción entre los españoles de que su presidente les mentía, fue en realidad lo que motivó al “voto castigo” en las urnas, a pesar de que Aznar logró levantar la economía española a niveles nunca antes soñados.
El verbo mentir adquiere una dimensión totalmente nueva cuando se ejerce frente a los medios de comunicación. Le podremos mentir a nuestros cónyuges sobre nuestras andanzas extra matrimoniales; a nuestros compañeros de trabajo; a nuestros amigos, pero cuando se hace de cara a la prensa, o lo que se conoce ahora como media-mentira (término que emerge de los “mass media”) tiene un efecto nefasto en la retroalimentación (feedback) hacia el emisor.
La metamorfosis que han sufrido los periódicos durante las últimas dos décadas también ha repercutido en otras disciplinas de la comunicación. La propaganda, publicidad y relaciones públicas ya no pueden conformarse con la simplicidad de sus mensajes. El consumidor actual no compra por el sólo hecho que un publicista diga que un producto es bueno, exige saber porqué es bueno. El electorado ya no se conforma ante la propaganda que dice que un candidato es el mejor, quiere saber a profundidad las cualidades de ése candidato para ejercer un voto educado. Las empresas deben dar un paso extra a través de las relaciones públicas para convencer a su audiencia que son un buen ciudadano corporativo; aplicando procedimientos gerenciales dentro de los cánones éticos; sus esfuerzos en pro del medio ambiente; el ejercicio de políticas cónsonas con sus recursos humanos y una efectiva filosofía de responsabilidad civil.
La prensa escrita, y por ende los periodistas, tiene un gran reto ante sí: el procedimiento analítico de la noticia donde aflore la verdad. Y como es bien es sabido muchos grupos de presión no les interesa que esto suceda y usarán todos sus medios a su alcance para evitar que ella aflore. Este factor se hace más evidente si el país está en el medio de una campaña para elegir a nuevos mandatarios.
Por tanto, las palabras del prócer y periodista cubano José Martí, cuya figura utilizan ahora a diestra y siniestra para justificar regímenes totalitarios, adquieren actualidad ante este nuevo reto de ser más analíticos. Dijo él: “el ejercicio del periodismo es una gran profesión por fuera, pero un sacrificado sacerdocio por dentro”.
Por: Héctor Hereter.
hhereter@yahoo.com
Héctor Héreter en un profesional de las comunicaciones con más de 30 años de experiencia primero como reportero y corresponsal internacional y posteriormente como asesor de relaciones públicas para corporaciones internacionales, asociaciones, entes gubernamentales, líneas aéreas, conglomerados petroleros y bancos. Ha capacitado a capitanes de la industria para sus apariciones ante la prensa como también ha participado en el manejo de crisis comunicacionales.