1. DE LA ESFERA
PRIVADA A LA PÚBLICA
Se observa
que hay polémica entre lo autores quienes tratan de
hacer diferencia entre esfera pública y esfera
privada.
En torno a esta discusión existen un
buen número de documentos que permiten reflexionar y
llegar a una conclusión a partir de las diferentes
teorías de la sociología política y la comunicación
política, desde luego, de la propia cultura la cual
ejerce gran influencia sobre las propias
concepciones que se tengan de la problemática en
estudio.
Para este ensayo se decidió tomar como
caso de análisis la Esfera Pública y Esfera Privada.
Para objeto del mismo es necesario
redimensionamiento de lo Público. Algunas acepciones
del significado de lo público frente a lo privado
señalan un sentido dialéctico de la definición. De
tal forma que se anuncia lo "iluminado" vs lo
"oscuro", lo "abierto" vs lo "cerrado", lo que es
"conocido" vs lo "íntimo" y lo "indivisible" vs lo
"fragmentable" (Cunill Grau: 1997, p. 23)
El
debate conceptual sobre el binomio público-privado,
es relevante para los fines de este trabajo. A
partir de situar que diversos actores de la sociedad
civil actúan desde el espacio de "lo privado" con
proyección, en cuanto a sus ideas y acciones, en el
terreno de "lo público", se visualiza que la
frontera entre estos conceptos (público-privado) es
reubicable (Cunill Grau: 1997, p. 24).
Para tal
efecto, se presenta un breve esbozo de esta
discusión. Una primera idea se refiere al carácter
dicotómico que guarda esta relación, es decir,
"(...) dentro del espacio que los dos términos
delimitan, desde el momento en que este espacio es
ocupado totalmente (no existe una tercera
posibilidad), a su vez ellos se delimitan
mutuamente, en el sentido de que la esfera pública
llega hasta donde comienza la esfera privada y
viceversa" (Bobbio: 1992, p. 12).
En lo personal
se considera importante lo que opina Thompson (2002,
p. 347) cuando dice: la naturaleza de lo público y
lo privado, y la división entre ambos campos, son
transformados de ciertas maneras por el desarrollo
de la comunicación masiva, y esto a su vez tiene
implicaciones en las formas en que se adquiere,
ejerce y sostiene el poder político en el plano de
las instituciones estatales, en las sociedades
modernas.
¿QUÉ ES LA ESFERA PÚBLICA?
Como punto de partida, se considera necesario
definir el concepto espacio público y esfera
pública, con el propósito de tener claro su
significado para desarrollar el presente ensayo, de
ahí que se encontró la exposición de R. Doors, ha
sido, y todavía es, un reflejo de las voluntades
políticas, del tejido ...
(R. Doors
www.fundacion.telefonica.com/at/revolving.html) que
indica: "el espacio público es, un reflejo de las
voluntades políticas, del tejido social, de las
dinámicas culturales y del contexto económico, así
como de la reorganización y la expansión de nuestras
ciudades. En un tiempo definido por el final de las
ideologías, al que se une la inhabilidad de los
poderes políticos y religiosos para definir la
noción de "público", el espacio público se ha
transformado en un ámbito de consumo. De ser un
lugar específico de experiencia democrática, el
espacio público ha pasado a ser un lugar de conexión
de usos y funciones diferentes. El concepto de
esfera pública, una noción más amplia que la de
espacio público, va más allá de las distinciones
físicas entre los entornos público y privado en el
que las actividades y las experiencias de los seres
humanos se desarrollan.
Así, la
disolución entre público y privado se hace mucho más
evidente ahora cuando en la definición de la noción
espacial intervienen las tecnologías de la
comunicación y la información. En este contexto, la
idea de "lugar" se convierte en un concepto precario
y la esfera pública se transforma en un punto de
comunicación hecho de imágenes y representaciones,
fijados en el tiempo y en el espacio por las
pantallas y, cada vez más, relacionados con "lo
real" y la vida cotidiana.
UN POCO DE HISTORIA
En este
apartado se considera necesario para continuar
hurgar un poco en la historia, para ubicarnos en el
tema a partir del contexto dio origen a esta
categoría.
Así encontramos que
Habermas sostenía que el siglo XVIII había sido el
siglo crucial, sobre todo en Francia e Inglaterra,
por el nacimiento de lo que él llamaba la "espacio
público".
La clase burguesa, en ascenso en la
Europa occidental y en la lucha contra las
prerrogativas del Estado absolutista, lograron crear
un espacio de debate entre el Estado y la sociedad
civil. Su lucha provocó reacciones en cadena, sobre
todo en el curso del siglo XVIII.
A diferencia de
lo que Habermas llama la "Publicidad de
representación de la época medieval, durante la cual
la nobleza gobernante se contentaba con ofrecer al
pueblo el espectáculo del poder, el nuevo espacio
público ofrece a los ciudadanos la posibilidad de
debatir y discutir el ejercicio del poder estatal.
un área del debate que estimuló el pensamiento
crítico y racional gracias a instituciones como los
periódicos, los círculos y los cafés. La ventaja
provista por esta nueva expresión, "esfera pública",
respecto a la precedente, "opinión pública" consiste
en el hecho de que aquélla hace más eficaz el
sentido del intercambio de las ideas y describe
mejor la materialidad de los lugares en los cuales
tales discusiones se desarrollan. (Veyrat-Masson y
Dayan : p. 248)
La historia de la esfera pública
en Europa occidental entre los siglos XVI y XVIII,
presenta la manera en que los diversos medios de
información contribuyeron a los eventos políticos
más importantes y cómo éstos han sido a su vez
decisivos para la evolución del sistema de los
medios de comunicación.
Antes de la Reforma, en
las ciudades italianas, sobre todo en Florencia
entre los siglos XIII y XV, se hablaba comúnmente de
pueblo (en otras palabras, los miembros de las
corporaciones de artes y oficios).
En Florencia, un segmento relativamente amplio de la
población participaba en la vida política: cuatro,
cinco mil hombres adultos en una ciudad de menos de
100,000 habitantes. Importantes cargos políticos se
asignaban por sorteo y podían ser cubiertos por no
más de dos meses.
La cultura
política era aquí, como en la Atenas clásica,
esencialmente oral y visual. Las plazas, en
particular la Plaza de la Señoría, constituían una
suerte de esfera pública en la cual se daban
discursos y se discutía de política. La capacidad
oratoria era apreciada en esta cultura, resultando
crucial para lo que los italianos de entonces
llamaban la vida civil, la vida políticamente activa
de un individuo.
Las crónicas de la época a
menudo referían los manifiestos políticos o graffiti
colocados en los muros, y las relaciones públicas de
la ciudad eran conducidas no sólo oralmente,
enviando embajadores a otros Estados, sino también a
través de documentos escritos.
Thompson (2002, p.
347), señala que la dicotomía público-privado puede
remontarse a los debates filosóficos de la Grecia
clásica y a los primeros desarrollos de la ley
romana, de acuerdo, con la primera dicotomía
público-privado se refiere, por una parte, a la
distinción entre el campo del poder político
institucionalizado que cada vez se depositó más en
manos de un Estado soberano y, por el otro, a
relaciones personales que quedaban fuera del control
directo del Estado. Por supuesto, esta distinción
general nunca fue rígida ni definida con claridad.
La cancillería florentina, donde se redactaban las
cartas oficiales en nombre del gobierno ciudadano,
estaba compuesta por humanistas, estudiosos de la
antigüedad clásica capaces de escribir en un latín
elegante y de gran eficacia persuasiva. Se dice que
el duque de Milán, uno de los principales enemigos
de Florencia, afirmó tener más pena del canciller
humanista Coluccio Salutati que de un escuadrón de
caballería. En una escala menor respecto a Florencia
o Venecia, algunas ciudades de los Países Bajos, de
Alemania y de Suiza desarrollaron una cultura cívica
parecida. Entre otras cosas, tenían una verdadera
esfera pública desde el siglo XV, una esfera pública
burguesa.
Sin embargo, la Reforma fue el primer
gran conflicto ideológico en el cual los materiales
publicados jugaron un papel decisivo. Habermas, en
particular, subraya los efectos de la
"privatización" de la Reforma: vale decir, el
progresivo repliegue de los creyentes en la esfera
interior. Si se consideran las consecuencias de
larga duración, Habermas puede incluso tener razón.
En los primeros años del movimiento, sin embargo,
los vigorosos debates que tuvieron lugar, primero en
Alemania y luego en otras partes de Europa, sobre
las funciones y los poderes del Papa y la Iglesia y
sobre la propia naturaleza de la religión,
proveyeron una importante contribución al desarrollo
de un pensamiento crítico y de una opinión pública.
(Cansino).
A manera de opinión, sería más útil
hablar y pensar en términos no de simple presencia o
ausencia de la esfera pública sino de las diferentes
formas que puede asumir y de la relativa importancia
que puede revestir en las diversas culturas. Por lo
que llama nuestra atención la cita de Germani (1956)
quien conviene con Marx quien decía que cada clase
social tiene su propia visión del mundo. La posición
dentro de la estructura de producción, el momento
histórico, determinan el tipo de pensamiento y de
ideología que expresará cada individuo por tendencia
natural. En dicho esquema es lógico que la "deología
burguesa" corresponda a la visión y posición en el
mundo de la "clase burguesa", sino que constituyen
el resultado fragmentado horizontalmente de las
distintas clases que conforman la sociedad.
De
igual manera Monzón (1990) amplía la crítica del
marxismo sobre la naturaleza fragmentada de las
distintas opiniones públicas estamentadas,
haciéndola extensiva también a la única opinión
objetiva, la del proletariado. Por su parte Mill,
escribe sobre la libertad y señala:"dondequiera que
hay una clase dominante una gran parte de la
moralidad del país emana de sus intereses y de sus
sentimientos de clase superior. La moral entre
espartanos e ilotas, entre los plantadores y los
negros(...).
Donde una clase
dominante ha perdido su predominio, o bien donde
este predominio se ha hecho impopular, los
sentimientos morales que prevalecen están
impregnados de un impaciente disgusto contra la
superioridad.
De aquí se puede distinguir, en
consecuencia, entre distintas opiniones públicas de
clase, y las suplantación de esta pluralidad natural
por una versión hegemónica, si bien responde a una
descripción típica del marxismo, no es patrimonio
exclusivo de esa corriente de pensamiento.
Volviendo con Habermas. Para modificar su tesis, se
podría afirmar que en Alemania la Reforma contribuyó
al nacimiento de una "esfera pública" al menos por
un tiempo. Una esfera pública temporal, grosso modo
limitada a los años veinte del siglo XVI. Los
autores de opúsculos se sirvieron de consabidas
estrategias de persuasión.
Buscaron dirigirse a
un público amplio, estimularon la crítica de la
Iglesia y, después que las nuevas ideas habían sido
ampliamente debatidas en público durante los
primeros años del movimiento, lograron incluso
delatar a algunos católicos. En cuanto a las
autoridades seculares, pronto se dieron cuenta que
el nuevo medio de información representaba un
instrumento potente, que podría ser funcional en la
búsqueda de fines políticos particulares. El
conflicto entre el emperador Carlos V y su rival, el
rey Francisco I de Francia, se condujo a través de
libelos antes que sobre los campos de batalla, a
partir de la mitad de los años veinte del siglo XVI,
y el tono de esta campaña de palabras impresas
sugiere que ambos gobernantes habían aprendido una
importante lección de Lutero.
De que hoy ya no
esté de moda en la academia hablar de masas— a una
cuestión de fondo: la opinión pública, ¿puede
sobrevivir al vaciado simbólico de la política y a
su incapacidad de convocar, interpelar/construir
sujetos sociales?
Porque entonces ya no le
quedaría sino la función de integración mediante la
abricación del consenso, y de legitimación del día a
día de un poder sin demanda de sentido. Es ésa la
cuestión que atraviesa y vértebra esta reflexión,
hecha además desde un país en el que grandes
sectores sociales no tienen aún otra forma de
expresar su opinión que a través de gestos
colectivos, como las manifestaciones urbanas
silenciosas o el bloqueo de calles y carreteras. Con
la densa, contradictoria ambigüedad, que carga todo
gesto, y aun más donde esos gestos obedecen, o
pueden obedecer cotidianamente, a los más distintos
fines y motivaciones.
ESFERA PÚBLICA Y
ESFERA PRIVADA
La esfera
pública y la esfera privada es estudiada por Hannah
Arendt, en su libro : La Condición Humana, quien
dice que las condiciones que permiten entender la
política en el siglo XXI se contagian de ciertos
elementos que resultan del ordenamiento social
alrededor de conceptualizaciones surgidas con la
modernidad en torno al paradigma de la productividad
y que terminan por manifestarse en el funcionamiento
de la esfera pública. (1995, pp.89-109).
Hoy, el
sentido de la política a la luz de este paradigma no
es el de la libertad sino el de la necesidad y, por
ello, el quehacer político se ubica en el ámbito del
consumo en una renovada práctica y lectura de lo
económico.
Para Arendt estas dos
actividades son radicalmente distintas. La capacidad
del hombre para organizarse políticamente esta en
franca oposición a la asociación de
un hogar, de
una familia o del mercado. Los griegos comprendían
que la esfera del mercado era una esfera donde el
hombre se encontraba sometido, en cambio la esfera
de la política era una esfera donde el hombre
ejercía su libertad. (1995, pp.89-109).
Su
organización social se fundamentaba sobre la
división tajante entre la esfera público-política y
la esfera privada, donde se interactuaba en la
familia y se realizaban las actividades básicas para
mantener la supervivencia. La esfera
público-política era regida por el principio de la
libertad. Era accesible sólo a aquellos hombres
libres de estar sometidos a las necesidades de la
vida.
Para los griegos mandar en
vez de persuadir eran formas prepolíticas que se
manejaban en el hogar y la vida familiar. En este
ámbito el jefe de familia ordenaba con poderes
despóticos. "La polis se diferenciaba de la familia
en que aquella solo conocía iguales, mientras que la
segunda era el centro de la más estricta
desigualdad."
La esfera
público-política cumplía con dos condiciones
esenciales:
Permitía a todos
los ciudadanos ser vistos y oídos por todos, es
decir la más amplia publicidad para un hecho visible
desde todas las perspectivas posibles. En este
ámbito la presencia de los otros asegura la realidad
del mundo y la publicidad es lo que permite hacer
brillar a través de siglos cualquier cosa que los
hombres quieran salvar de la ruina natural del
tiempo y
b) Posibilitaba un
mundo común diferenciado del lugar que se poseía
privadamente en él. El mundo de los asuntos humanos
comunes. Esta esfera era el lugar donde los hombres
podían mostrar su unicidad, su distinción y
alteridad a través del discurso y la acción. Aquí
ellos encontraban el recinto donde podían revelar
quienes eran. La esfera pública era el sitio donde
todo individuo tenía que distinguirse constantemente
de los demás, demostrar con acciones únicas o logros
que era el mejor( aien aristevien).
La esfera
privada en cambio era regida por la necesidad. Tenía
un rasgo privativo primordial: en ella, los hombres
estaban privados de realizar algo más permanente que
la vida misma. Estaban privados de la presencia de
los demás.
Sobretodo significaba estar privado de
las más elevadas y humanas capacidades, el discurso
y la acción. Pero cumplía por lo menos con dos
condiciones:
Era el lugar que
se poseía privadamente, es decir un lugar propio en
el mundo y
donde lo que necesitaba
ocultarse permanecía oculto. Aquí encontraban
refugio las pasiones del corazón, los pensamientos
de la mente, las delicias de los sentidos, todos
estos tienen una oscura existencia tanto como el
amor , la muerte, el dolor.
En
la Edad Moderna desaparece la brecha entre lo
público y lo privado. Con el ascenso de la sociedad,
esto es para Arendt del conjunto doméstico o de las
actividades económicas a la esfera pública, la
administración de la casa y todas las materias que
antes pertenecían a la esfera privada se han
convertido en interés colectivo. (1995, pp.89-109).
El auge de lo social coincide históricamente con la
transformación del interés privado por la propiedad
privada en un interés público. La sociedad cuando
entró por primera vez en la esfera pública adoptó el
disfraz de una organización de propietarios que en
lugar de exigir el acceso a la esfera pública debido
a su riqueza, pidió protección para acumular más
riqueza. Otro de los aspectos a los que conlleva el
auge de lo social, como lo llama Hannah Arendt es
que la distinción y la diferencia han pasado a ser
asuntos privados del individuo. (1995, pp.89-109).
En la sociedad, se sustituye la acción por la
conducta. En un tiempo relativamente corto la nueva
esfera de lo social transformó todas las comunidades
modernas en sociedades de trabajadores y empleados,
que quedaron enseguida centradas en una actividad
necesaria para mantener la vida. Todas las
actividades relacionadas con la pura supervivencia
se permiten aparecer en público. El inconformismo de
Arendt (1995, pp.89-109), para con la sociedad
moderna y su sustituto la sociedad de masas es que
le quita al hombre no sólo un lugar público donde
puede revelar quien es sino a la vez su hogar
privado donde en otro tiempo se sentía protegido del
mundo y donde en todo caso incluso los excluidos del
mundo podían encontrar un sustituto en el calor del
hogar y en la limitada realidad de la vida familiar.
Pues la Edad Moderna comenzó con la expropiación de
los pobres y luego procedió a emancipar a las clases
sin propiedad. He aquí un segundo aspecto del
inconformismo: la emancipación de las clases
trabajadoras y de las mujeres se hace sólo a nivel
formal.
Si antes la condición para la ciudadanía
era la propiedad privada con el auge de la
sociedad se pierde la condición objetiva de la
libertad que era estar libres no sólo de la coerción
de otros hombres sino de las necesidades de la vida,
y el tener un lugar en el mundo común al tener un
lugar privado propio. La abolición de este requisito
de la ciudadanía, disfraza una falsa libertad de los
ciudadanos modernos. No se puede ser libre sin tener
las necesidades de la vida resueltas, un lugar
privado propio y sin estar libre de la coerción de
otros hombres. Este último aspecto se configura como
una crítica radical las concepciones modernas de la
política como dominación y hasta cierto punto como
representación.
La crítica de Arendt (1995,
pp.89-109) acerca de la libertad moderna se refiere
a que su fundamento no es más, la igualdad. La
libertad moderna admite precisamente aquellas
condiciones que por su exclusión definían la
libertad en la Grecia antigua: dominación, fuerza,
desigualdad. La libertad deja de ser un estado
objetivo, evidenciado en la omisión por parte de las
discusiones modernas de libertad, sobre la objetiva
y tangible diferencia entre ser libre y estar
obligado por la necesidad.
Esta es una diferencia
que ha dejado de captarse. La importancia de la
relación entre propiedad y libertad reside en la
concepción de la propiedad privada en el sentido de
tangible y mundano lugar de uno mismo, como
condición para la libertad, para lo cual lo
íntimo-el descubrimiento más grande de lo privado
moderno, -no es un sustituto digno. El moderno
concepto de propiedad privada se ha trasladado del
lugar de uno mismo a la propia persona de uno mismo,
que Marx llamó la "fuerza de trabajo", traslado en
el cual la propiedad pierde su carácter mundano, en
detrimento del individuo. Todos estos conceptos
definían la política auténtica y clásica, y nos
permiten con Arendt realizar críticas a la
concepción de la política moderna de la cual
participamos en la actualidad: la inmensa
desigualdad real de los ciudadanos donde en muchos
casos ni las necesidades básicas de la vida se
encuentran satisfechas y mucho menos el tener
propiedad privada, y por otra parte las decisiones
políticas se toman no por los ciudadanos sino por
unas élites ya transnacionales que compiten por el
mercado electoral.
Por último,
Arendt, (1995, pp.89-109) indica que la evidencia de
que se ha gestado una transformación en las esferas
de lo público y lo privado en nuestra sociedad se
encuentra en que el consumo que en principio estaba
ligado al ámbito de la vida privada ahora penetra y
resignifica lo público. En consecuencia al ciudadano
se le da un trato de consumidor sin solventar la
inequidad y desigualdad real política, económica y
social que existe en la sociedad.
1.4. LA ESFERA
PÚBLICA ENTRE LA OPINIÓN Y LA PUBLICIDAD
La
formación inicial de la «esfera pública burguesa» es
entendida por J. Habermas como la aparición de
aquella instancia mediante la cual el interés
público de la esfera privada en la sociedad burguesa
deja de ser percibido exclusivamente por la
autoridad y comienza a ser tomado en consideración
como algo propio por los súbditos mismos (1981, p.
171). Lo que emerge en la esfera pública es un nuevo
modo de asociación no vertical —como el que se forma
desde el Estado— y del que hacen parte
originariamente sólo los que tienen instrucción y
propiedad. Condición que lastrará a futuro esa
esfera, no será capaz de resolver el dilema que
entraña: la traducción de la voluntad general en
razón universal no hará sino traducir el interés
general en argumentos privados identificando el
espacio político con el espacio público burgués. Un
siglo después la esfera pública es redefinida por la
presencia de las masas urbanas en la escena social,
cuya visibilidad remite a la transformación de la
política que, de un asunto de Estado, pasa a
convertirse en «esfera de la comunidad, la esfera de
los asuntos generales del pueblo». De otro lado, la
visibilidad política de las masas va a responder
también a la formación de una
cultura-popular-de-masa: los dispositivos de la
massmediación articulan los movimientos de lo
público a las tecnologías de la fábrica y del
periódico, al mismo tiempo que la aparición de la
rotativa, gracias a la cual se amplía el número de
ejemplares impresos, abarata los costos y reorienta
la prensa hacia el «gran público.
La publicidad,
en el sentido habermasiano, va a conectar entonces
dos discursos. El de la prensa que ensambla lo
privado en lo público a través del debate entre las
ideologías y la lucha por la hegemonía cultural; y
el de la propaganda comercial que transviste de
interés público las intenciones y los intereses
privados.
Pero la figura más plenamente
comunicacional de lo público es la opinión pública.
Ésta es entendida originariamente como la acción que
se oponía a la práctica del secreto, propia del
Estado absolutista, y será después el principio de
la crítica como derecho del público a debatir las
decisiones políticas, esto es el debate ciudadano:
espacio de articulación entre la sociedad civil y la
sociedad política, entre conflicto y consenso. Ya a
mediados del siglo XIX, Tocqueville introduce otra
versión de la opinión pública (1950, p. 215), la
voluntad de las mayorías, relegando a un segundo
plano la libertad individual de los ciudadanos, con
todo lo que ello implicará de contradicciones para
una democracia en la que lo cuantitativo pesará
siempre más que lo cualitativo. Unos pocos años
después, Gabriel Tarde reubica la idea de opinión
pública en el ámbito de la comunicación al analizar
el cruce de la transformación de las creencias de la
muchedumbre(1901) en opinión política y el
desarrollo del medio en que ésta se expresa, la
prensa. Lo que interesa a Tarde es el nuevo tipo de
colectividad que emerge —el público— como efecto
psicológico de la difusión de la opinión.
Ese
efecto va a ser el desplazamiento de la legitimidad
de lo político desde afuera
hacia dentro.
Habermas ve ahí el punto de sutura de aquella esfera
pública que surgió con la entrada en la política de
las masas de desposeídos: la desprivatización
radical de esa esfera ha ido destruyendo las bases
de la publicidad burguesa, borrando los linderos
entre Estado y sociedad. La recomposición de la
hegemonía acabó arruinando la vieja base de lo
público sin dotarla de una nueva (1981, p. 205).
No es otro el caso que, cambiando de siglo,
analizará J. Baudrillard, y del que emergerá su
proclama sobre la implosión de lo social en la masa
y el fin de lo político. No es posible hablar en su
nombre, el de las masas, no son una instancia a la
que nadie pueda referirse como en otro tiempo a la
clase o al pueblo (1978, p. 29). Sin los
radicalismos de Baudrillard, la reflexión de R.
Sennet sobre el declive del hombre público acaba con
otra proclama: el espacio público es un área de
paso, no de permanencia (1978). La crisis de lo
público es, por un lado, la razón del repliegue
hacia la privacidad de la familia y la intimidad del
individuo y, por otro, ese repliegue apunta a una
transformación general de las relaciones sociales.
La sociedad del riesgo (1998, p. 95-191) de que
habla U. Beck recoloca esa transformación en el
territorio conformado por la crisis que amenaza a
las grandes instituciones que la modernidad
industrial convirtió en la fuente del sentido de lo
público —y del significado de la vida personal—, el
trabajo y la política. Que es la propia
privacidad/intimidad de los individuos la que sufre
de, a la que ha tocado, la ausencia de sentido en
que se precipita lo público, es lo que plantea bien
claramente el que varios de los últimos libros de
sociólogos de la talla de A. Giddens (1995) y Z.
Bauman (1997) estén dedicados a examinar las
mutaciones que atraviesan esos tradicionales
espacios de sentido.
No es extraño que, en una
sociedad descentrada como la actual —en la que ni el
Estado, ni la Iglesia, ni los partidos políticos,
pueden ya vertebrarla— y estructuralmente mediada
por la presencia de un entorno tecnológico productor
de un flujo incesante de discursos e imágenes, lo
público se halle cada día más identificado con lo
escenificado en los medios, y el público —cada vez
más lejano del pueblo--, con sus audiencias. La
opinión pública que los medios fabrican con sus
encuestas y sondeos tiene así cada vez menos de
debate y crítica ciudadanos y más de simulacro:
sondeada —sometida a un montón de sondeos diarios—
la sociedad civil, pierde su heterogeneidad y su
espesor conflictivo para reducirse a una existencia
estadística. Y el vacío social de la representación
facilitará la asimilación del discurso político al
modelo de comunicación hegemónico, esto es, el que
proponen la televisión y la publicidad.
1.5. EL ESCÁNDALO
POLÍTICO COMO MERCANCÍA
A
finales del siglo XX, los medios de comunicación
estadounidenses y por rebote todos los del mundo
Occidental dieron amplia cobertura a un hecho
sucedido en la Casa Blanca: el caso Mónica
Lewinsky-Bill Clinton. Este y otros sucesos
publicitados por los mass media son analizados por
John B. Thompson en su libro El escándalo político.
El trabajo de Thompson (2001) expone que el aumento
de los escándalos políticos tiene correspondencia
con las transformaciones provocadas por los medios
de comunicación, los cuales modifican la naturaleza
de la visibilidad y alterado las relaciones entre la
esfera privada y la pública.
El
investigador disecciona este fenómeno mediático
desde la definición de qué es escándalo; el
incremento del escándalo en los medios, como
acontecimiento mediático; la naturaleza del
escándalo político y sexual en la esfera del poder;
examina el efecto de la vida privada en el ámbito
público; el asunto Whitewater, el caso Watergate y
el Irán-Contras y las consecuencias del escándalo,
entre otros temas.
B. Thompson
(2001) ubica los orígenes del escándalo en los
medios impresos en los siglos XVIII y XIX. Sin
embargo, le da amplia cobertura al siglo XX, así
precisa que "con el desarrollo de las sociedades
modernas, la naturaleza, el alcance y las
consecuencias de los escándalos han variado en
algunos aspectos. Y uno de los aspectos en que han
cambiado está relacionado con el hecho de que se
hayan visto cada vez más vinculados a formas de
comunicación mediata". A partir de este fenómeno, el
autor señala que en la actualidad ha surgido una
forma nueva a la que denomina "escándalo mediático",
y comenta que son escándalos cuyas propiedades
difieren de las que aparecen en los escándalos
locales y cuyas consecuencias tienen un alcance
completamente diferente. "Los escándalos mediáticos
no son simples escándalos reflejados en los medios y
cuya existencia es independiente de esos medios: son
provocados, de modos diversos... por las formas de
la comunicación mediática", precisa.
El también profesor adjunto de sociología en la
Universidad de Cambridge sostiene que una de las
razones por las cuales los escándalos sexuales
tienen la capacidad potencial de producir perjuicios
a las figuras políticas, a sus partidos y a los
gobiernos de los que forman parte es la relacionada
con el factor de la hipocresía y pueden ser
perjudiciales para estos mismos políticos, partidos
y gobernantes, pues quizá ocasionen conflictos de
interés.
El estudio no se
circunscribe a EU, toma en cuenta el caso de John
Profumo, político tory proveniente de la clase alta
británica, quien en 1963 dimitió por un escándalo de
adulterio. Y acerca del caso Clinton-Lewinsky,
Thompson refiere que fue un escándalo que adquirió
tales proporciones por la combinación de intereses
partidistas con una publicidad desmedida por parte
de los medios de comunicación.
A
una de las conclusiones a las que arriba John B.
Thompson (2001) es que "el escándalo está
profundamente arraigado en nuestras tradiciones
históricas e íntimamente entrelazado con el
desarrollo de las formas de la comunicación
mediática, un desarrollo que ha cambiado la
naturaleza de ámbito público y que ha transformado
los límites existentes entre las esferas pública y
privada".
El escándalo político no
es una mirada frívola sobre la vida privada de
personajes públicos en las sociedades modernas, sino
que es un análisis pormenorizado de escándalos,
desde una perspectiva sociológica, que han
magnificado los medios con un sentido mercantil. El
libro ayuda a comprender también los escándalos en
los medios en México, donde ya hace falta un examen
de su comportamiento en este renglón.
CONCLUSIÓN
Estas conclusiones se redactan sobre las intrigantes
interacciones entre los medios de comunicación y los
actores políticos en varios países.
Desde el caso
Profumo hasta los concursos de televisión amañados,
desde el Watergate al asunto Clinton-Lewinsky, los
escándalos se convierten en un aspecto fundamental
de la vida política moderna.
¿Cuáles son las características de los escándalos
políticos y por qué han llegado a adquirir tanta
relevancia en nuestros días?
¿Cuáles son las consecuencias sociales y políticas
que genera la preocupación producida por los
escándalos en la esfera pública?
En
esta importante obra, John B. Thompson despliega un
amplio análisis sistemático del fenómeno del
escándalo político.
Estos ejemplos
y otros demuestran el incremento que tiene los
cambios provocados por los medios de comunicación,
los cuales transforman la naturaleza de la
visibilidad y alteran las relaciones entre la esfera
privada y la pública.
La obra se
convierte así en un análisis pionero de un fenómeno
ya extendido y perturbador, a la vez que constituye
una lectura esencial para los estudiantes de
sociología, ciencias políticas, ciencias de la
información y ciencias de la cultura.
Durante la campaña de preparación del proceso del
impeachment, el centro del sistema político es, al
parecer, el sistema mediático. Para ambas partes, se
ha hecho aún más indispensables las estrategias
informativas que caracterizan la comunicación
política de la 3ª Era:
La
familiaridad con que los especialistas tratan las
diferentes salidas informativas, para las cada vez
más diferenciadas audiencias, y así lograr una
opinión pública favorable.
La habilidad para planear campañas con elaborado
detalle.
La organización de
respuestas rápidas a los sucesos diarios, a las
tendencias de la opinión pública y a las acusaciones
vertidas por los oponentes políticos.
La definición de los encuadres informativos
mediáticos (framing). Y a esto se le añaden las
normas convencionales del periodismo político, que
soporta una gran presión, la incertidumbre y las
controversias debido al origen competitivo de la
prensa nacional en conjunto, nunca homogénea, que
está dividida en parrillas cada vez menores y con
rápidas salidas cada vez más fragmentadas de
noticias a través de Internet y de la televisión por
cable que a veces llegan a arrollar los juicios más
pausados y reflexivos de las principales
organizaciones de información.
Algunas de las consecuencias de esta situación se
han reflejado en este caso concreto, tales como:
La difusión de la línea divisora entre lo
público y lo privado en la cobertura de los
políticos, quienes se han convertido en presas de
caza legítima para informar sobre delitos menores
que solían ser ignorados;
La mayor receptividad de los medios de calidad hacia
las historias iniciadas por los tabloides;
El aumento significativo en cubrir los
escándalos
Estas
conclusiones se redactan sobre las intrigantes
interacciones entre los medios de comunicación y los
actores políticos en varios países.
El incremento
de intrusión de los medios de comunicación en el
proceso político no es necesariamente sinónimo de
absorción de las instituciones políticas -gobiernos,
partidos, dirigentes, movimientos- por parte de los
medios.
Por otro lado, la intrusión
mediática tampoco puede asumirse como un fenómeno
global, porque hay diferencias significativas entre
países con respecto a esto. Los cambios en el ruedo
político de un país no puede explicarse como un
reflejo de algún modelo común de la mencionada
ìdemocracia dirigida por los medios.
Es
indiscutible que los medios informativos influyen a
todos los seres humanos en todos los temas. No
obstante, diversas características de los seres
humanos y de las noticias se han identificado como
condiciones contingentes que afectan a la fuerza de
relación del establecimiento de agenda.
El
concepto de la imediatización de la política, en
cambio, debería servir como una herramienta más para
indagar en si el complejo mediático puede poner en
peligro el funcionamiento del proceso democrático.
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Por: Maria de Jesús Rojas Espinosa
rojases22@hotmail.com